Hace un considerable tiempo atrás (unos 8 años por lo menos) hice un viaje a Buzios, balneario conocido de Brasil, a unas 2 horas al norte de Rio de Janeiro, que solía ser una pequeña aldea de pescadores, hasta que Brigitte Bardot la diera a conocer al mundo en los años 60 (razón por la cuál no solo tiene un paseo costero con su nombre «orla Bardot» sino que además tiene una escultura muy reconocida, donde es imposible no tomarse una fotografía).

Orla Bardot – Buzios
Decidí hospedarme en un hotel de 3 estrellas, estrellas que nunca jamás vi porque desde el principio todo iba mal. El hotel por un montón de razones no era como lo ofrecían y luego de 3 o 4 malos ratos, en una habitación sin aire acondicionado, muy maloliente y de poner un par de reclamos, habiendo incluso decidido irnos del lugar, el hotel nos ofreció cambiarnos a un bungalow. Este bungalow era bastante más lujoso, con un hidromasaje bastante grande, en una terraza privada. Quedé absolutamente conforme con el cambio. Nada que decir, porque el costo ahí por noche superaba largamente lo que habíamos pagado inicialmente.
Salimos a cenar, a conocer el centro, a caminar por las calles de Buzios, a tomar unas cuantas caipiriñas oyendo música en vivo, viendo algunos shows de baile en las calles, a vivir la vida nocturna del lugar. Y ya entrada la noche volvimos a nuestro bungalow.

Vida nocturna en Buzios – Capoeira y Bossa Nova
Entramos y la tarjeta para activar la luz quedó mal puesta, por lo que la luz se encendió por un momento y se volvió a apagar, tiempo suficiente para que alcanzara a ver que sobre la cama de perfecta ropa blanca había una enorme cucaracha, más grande que un mouse de computadora y que venía directo hacia mí. Empecé a gritar y salí de la habitación pegando un portazo y corriendo a subirme a lo que fuera, una silla, una mesa, chocando con todo en completa oscuridad.
Mi mamá, que era mi compañera de viajes, no entendía nada y seguía luchando por encender la luz. Cuando finalmente lo logró, me dijo que cómo podía ser tan exagerada, que seguro era un insecto chiquito. Entró a la pieza y se encontró al monstruo, salió a los gritos de la habitación a buscar una toalla, porque claro que era mucho más grande de lo que imaginó. El griterío que teníamos daba para pensar cualquier cosa jajajaja. Entró con la toalla, la aventó sobre la cucaracha y ella, lejos de detenerse siguió caminando con todo y toalla. En eso tocan la puerta y un brasileño staff del hotel nos pregunta qué pasa, en nuestro mejor “portuñol” le explicamos y premunido de una escoba entró a la habitación. Resultó que el insecto ese no solo caminaba, si no que además tenía alas y chillaba, una pesadilla. yo seguía arriba de una silla, en el comedor del bungalow.
Finalmente logró sacarlo y se lo llevó, le preguntamos al chico su nombre para darle una propina por la ayuda y resultó ser ¡que era el jefe de seguridad del hotel! Jajaja… por los gritos deben haber pensado que nos estaban asaltando o algo y lo mandaron a él. Después de eso tuve que tomarme unas buenas cervezas para soportar la vergüenza de semejante show y poder conciliar el sueño. Este es uno de los recuerdos que más me hace reír. Nunca olvidaré los insectos mutantes de Buzios. Demás está decir que el hidromasaje ni intenté usarlo después de esto jajaja.
Cuando fui a Buzios hace ya varios años (creo que son 11 años app) me encontré con unas hormigas “gigantes”, tienen que ser como 20 veces del tamaño de una de las que tenemos acá en Chile, el hotel donde nos quedamos estaba plagado de estas hormigas, era horrible jajajajaja.